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“Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto…”
Bueno, mi caso es bastante parecido por lo que comprendo perfectamente el tal aprieto.
Con expresión ilusionada, una persona en concreto (la única a la que se lo consentiría) me pide una poesía, algo a lo que no me dedico desde mi apasionada juventud; sin embargo acepto. Puede que sea un reto: una poesía de encargo.
Parece como si se encargara una casa a un arquitecto y no se le dijera nada más, pero en mi caso es peor, pues el arquitecto empezaría a preguntar al cliente detalles para hacerse una idea de sus preferencias y a mí no se me ha dado esa oportunidad. No tuve opción; nos miramos a los ojos y percibí la respuesta: “Tú verás”
Es decir, mi conocimiento sobre esa persona debiera ser lo suficientemente amplio como para no fallar y satisfacerla plenamente; pero no es así. La perturbación mental que me provoca es tremenda, pues aun siendo ambas personas abiertas, más bien entiendo que es la peticionaria quien cree conocerme a la perfección y por eso me hace este encargo. Temo no estar a la altura de la situación.
La poesía, si es romántica como creo que debe ser esta, utiliza ingeniosos símiles, crea símbolos, que agradan al creador, pero nunca se sabe si gustarán al destinatario; el creador trata de reflejar sensaciones que solo él tiene y pueden agradar o no a la persona a quien se dirige, lo que nos lleva al éxito o al fracaso estrepitoso. Eso lo veremos en su expresión cuando lo haya leído, o en sus reacciones hacia el creador. Puede que no vuelvan a mirarse a la cara en lo que les queda de vida....
Pero he aceptado el reto y pongo toda mi energía creadora a disposición de este proyecto.
Estructuremos el trabajo: busquemos soporte y montemos sobre él el cuerpo del delito para dirigir nuestra misiva hacia ese ente idealizado que corroe nuestras entrañas.
(He notado que hablo como si fuéramos mas de uno; en realidad somos dos: yo y mi otro yo, el que se cree dominarlo todo y el que me sorprende a menudo y me hace reconocer que no me conozco. Entre los dos pasamos buenos y malos ratos)
Algo muy utilizado para esto son la naturaleza y sus elementos, ya que todos los conocemos; pueden ser maravillosos, intrigantes, duros, suaves, violentos, tiernos…, así que mejor buscamos, para empezar, algo cotidiano.
Ejemplo: el mar.
Siempre es el mismo mar, pero a veces en paisajes amplios que parecen infinitos y otras veces son entradas en pequeñas y recogidas calas.
Puede verse verde, azul, gris o mezclado de colores reflejando el variable estado del cielo en cada momento, con el que se confunde en la lejana línea del horizonte.
Puede verse levemente agitado por suaves fuerzas interiores que parecen ajenas a él, o violentamente furioso mostrando una fortaleza que solo el mar domina azotando con soberana fuerza sus límites.
O en calma, tranquilo, pacífico.
A veces engulle y a veces expulsa, y cuando expulsa puede hacerlo mostrando desprecio o salvación.
Su movimiento, su sonido, su calma o su silencio deja al observador hechizado con la sensación de que aunque esté mirando al mar, es el mar quien lo está observando a él.
¡Ya está! Sus ojos, su mirada.
Elijo ojos verdemar, he visto el mar de ese color, como el de sus ojos, y concuerdan perfectamente con ellos muchas de sus combinaciones:
Ojos que miro y dejan ser penetrados porque son amplios como la panorámica del mar desde un faro salvador en un día brillante, tratando de reconocer cada pequeña ola en la siguiente como si ellas fueran las que trasladan los pensamientos y los arrastran a la orilla y los expulsan suavemente.
Y allí estoy yo para recogerlos, al final de su mirada.
A veces se entrecierran y hay que escudriñarlos, ir por recovecos rocosos, punzantes y dolorosos, y el agua se introduce entre ellos, como buscando en sus ranuras las penas, y vuelve a salir de ellas arrastrándolas hacia una pequeña playa que la marea la hace rebosar y resbala una lágrima por la curvada duna de su mejilla.
Y allí estoy yo para recogerla y dulcificarla.
A veces casi se cierran dejando ver por una delgada línea un mar abierto y bravío bajo un cielo gris premonitorio de tormenta, como preparándose para desatar su ira y maquinando la forma de realizarlo, pero no muestra el futuro inmediato.
De repente sobreviene el ruido y surgen las palabras, se abren los ojos y esa ventana del alma permite escapar la electricidad acumulada que se dirige a mí, y gustosamente la recibo y asumo para ayudarla a descargar.
Y tras la tormenta una calma gris, triste, esperando un rayo de luz que se abra paso de nuevo entre las nubes.
Ojos de mar verdemar
Brillo de mar que el día ilumina
Que seduce
Que hechiza
Mar que lágrimas derrama
Sal de sabor dulce
Mar que me electriza
Al coincidir nuestras miradas
Ejemplo: el aire.
Invisible, pero notamos su presencia y precisamos de el.
Forma parte fundamental de la vida y a la vez la acompaña, nos rodea.
En movimiento lo captamos con facilidad, con amplio abanico de matices desde la suave brisa al más violento vendaval.
Pero quieto o no, siempre transmite algo:
fragancias que advierten de la cercanía de lavanda, tomillo o romero, que anuncia tormenta
o nos traiciona al advertir de nuestra presencia,
o es usado como soporte para transportar sonidos,
sonidos que se producen al mover las hojas de los árboles,
al soplar sobre los filos de montes y rocas,
o los que anuncian vida al formar parte de un suspiro...
Lo tengo fácil: su aire.
Porque es suyo el aire que respira y convierte con delicioso arte en palabras que parecen suaves susurros.
En suspiros que desatan sorprendentes reacciones químicas en mi interior.
En suave brisa cuando su aliento roza una sola molécula de mi piel.
O en vendaval de emociones si son más de una.
En cautivadora música sus risas...
Y es suyo el aire que la rodea porque es distinto al resto.
Porque lo ha modificado de forma que se nota su proximidad, y su presencia condiciona el ambiente del lugar en que se encuentre.
Porque su solo movimiento transmite su alegría, sus penas, sus preocupaciones.
No se ve su interior, pero lo transmite al fondo de mi ser para que luego atravesando cada una de mis partículas lo expulse por todos y cada uno de los poros de mi cuerpo.

Aire que te rodea
Aire que respiras
Viento que se enreda
En tu ropa, en tu pelo
En tus brazos, en tu cuerpo
Aire transformado
En susurro, en suspiro
El aliento de palabras
Pronunciadas
En mi oído
Ejemplo: Superficie de la tierra.
Podemos desplazarnos sobre ella con placer y viajar lejos.
Disfrutar de su visión y contacto.
Curvas perfectas en las móviles dunas que nos incitan a clavar en ellas nuestras manos.
Verdes praderas que nos invitan a sentir su contacto directo
Suaves laderas que forman hermosos valles que deben ser recorridos.
Cráteres naturales que incitan su exploración.
Pequeñas cuevas, unas húmedas y profundas, otras cortas y secas...
De nuevo lo tengo: el cuerpo, la piel.
Recostarme en una ladera, aplicar el oído, escuchar tu corazón, notar sus latidos en mi mejilla.
Viajar por montes y laderas, promontorios y valles hasta conservar en mi memoria la orografía de tu cuerpo.
Reconocerlo al tacto, con las manos, con cada uno de mis dedos, con la boca, registrando cada cráter, cada cueva y calmando mi sed en los ríos que recorren tus valles.

Cuerpo vivo
Terreno vivo
Con dunas vivas
Curvas suaves
Y suaves picos por escalar
Con mis manos
Con mis dedos
Saborear cráteres
Y el suave césped
Acariciar
Y sin pudor
Calmar mi sed
En los ríos
De tu sudor
Ejemplo: los árboles
Algunos acarician el cielo, otros acarician al paseante que cae en la tentación de tocar sus ramas, sus hojas, y robar la savia que los recorre, o saborear sus frutos.
Arrancar una flor de vida efímera y disfrutar de sus últimos latidos.
Trepar por las ramas y sentirse seguro rodeado por todo él.
Sentirse abrazado y protegido.
O por el contrario abrazar un pequeño arbusto de ramas recogidas y protegerlo de las inclemencias que lo perturban.
Recorrer la fibrosa rama desde el tronco al otro extremo enredando sus ramas secundarias entre mis dedos...
Solo puede ser una cosa: tus brazos, tus manos.
Un árbol me recibe agitando sus ramas y me sumerjo entre tus brazos.
Otros encogen las ramas y siento que debo abrazarte, que me pides protección.
A veces un mágico viento enreda una rama en mi brazo o roza mi rostro y noto la suavidad de tu piel.
Y cojo un puñado de ramitas y me las llevo a la boca y doy un sentido beso a tus dedos.

Árbol que me abrazas
Trepo por tus ramas
Y saboreo tu savia
Desde la curva de tu hombro
A las yemas de tus dedos
Ramas como brazos
Que me abrazan
O rechazan
Y en su extremo tus manos
Que me acarician la cara
Ahora que estás lejos y trato de observarte veo que he creado en ti todo un universo.
Y te veo en el mar, al contemplar un valle, al escuchar el viento, al agitarse un árbol.
Y siento la necesidad de abrazar ese mundo o introducirme en él y notar todos los latidos internos, provocar terremotos y erupciones de placer.
Me pregunto si la poesía es todo rima o si la rima es parte fundamental, o si no es necesario rima alguna, pues ¿no es todo esto poesía?
Si miro al mar y veo tus ojos, si miro a tus ojos y veo el mar,
si el viento me trae tu aura y tu voz o bien hablas y siento una ráfaga de frescor,
si en las suaves laderas imagino tu cuerpo o si miro tu cuerpo y veo montes, valles, praderas, cráteres en erupción,
si se mueve un árbol y te veo con los brazos abiertos o si se agita un pequeño arbusto y quiero abrazarte,
¿no es esto poesía?
Tantas páginas, tantas frases, y faltan las dos o tres palabras que lo resumirían todo, palabras que se me antojó prohibirlas pero no son necesarias: se percibe el mensaje.
Un mensaje es lo que la he mandado con la conclusión que saco de todo esto: “Toda tú eres un poema” y me ha respondido: “¡Gracias!”
¿Tendrá bastante con eso?
“Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto…”
Bueno, mi caso es bastante parecido por lo que comprendo perfectamente el tal aprieto.
Con expresión ilusionada, una persona en concreto (la única a la que se lo consentiría) me pide una poesía, algo a lo que no me dedico desde mi apasionada juventud; sin embargo acepto. Puede que sea un reto: una poesía de encargo.
Parece como si se encargara una casa a un arquitecto y no se le dijera nada más, pero en mi caso es peor, pues el arquitecto empezaría a preguntar al cliente detalles para hacerse una idea de sus preferencias y a mí no se me ha dado esa oportunidad. No tuve opción; nos miramos a los ojos y percibí la respuesta: “Tú verás”
Es decir, mi conocimiento sobre esa persona debiera ser lo suficientemente amplio como para no fallar y satisfacerla plenamente; pero no es así. La perturbación mental que me provoca es tremenda, pues aun siendo ambas personas abiertas, más bien entiendo que es la peticionaria quien cree conocerme a la perfección y por eso me hace este encargo. Temo no estar a la altura de la situación.
La poesía, si es romántica como creo que debe ser esta, utiliza ingeniosos símiles, crea símbolos, que agradan al creador, pero nunca se sabe si gustarán al destinatario; el creador trata de reflejar sensaciones que solo él tiene y pueden agradar o no a la persona a quien se dirige, lo que nos lleva al éxito o al fracaso estrepitoso. Eso lo veremos en su expresión cuando lo haya leído, o en sus reacciones hacia el creador. Puede que no vuelvan a mirarse a la cara en lo que les queda de vida....
Pero he aceptado el reto y pongo toda mi energía creadora a disposición de este proyecto.
Estructuremos el trabajo: busquemos soporte y montemos sobre él el cuerpo del delito para dirigir nuestra misiva hacia ese ente idealizado que corroe nuestras entrañas.
(He notado que hablo como si fuéramos mas de uno; en realidad somos dos: yo y mi otro yo, el que se cree dominarlo todo y el que me sorprende a menudo y me hace reconocer que no me conozco. Entre los dos pasamos buenos y malos ratos)
Algo muy utilizado para esto son la naturaleza y sus elementos, ya que todos los conocemos; pueden ser maravillosos, intrigantes, duros, suaves, violentos, tiernos…, así que mejor buscamos, para empezar, algo cotidiano.
Ejemplo: el mar.
Siempre es el mismo mar, pero a veces en paisajes amplios que parecen infinitos y otras veces son entradas en pequeñas y recogidas calas.
Puede verse verde, azul, gris o mezclado de colores reflejando el variable estado del cielo en cada momento, con el que se confunde en la lejana línea del horizonte.
Puede verse levemente agitado por suaves fuerzas interiores que parecen ajenas a él, o violentamente furioso mostrando una fortaleza que solo el mar domina azotando con soberana fuerza sus límites.
O en calma, tranquilo, pacífico.
A veces engulle y a veces expulsa, y cuando expulsa puede hacerlo mostrando desprecio o salvación.
Su movimiento, su sonido, su calma o su silencio deja al observador hechizado con la sensación de que aunque esté mirando al mar, es el mar quien lo está observando a él.
¡Ya está! Sus ojos, su mirada.
Elijo ojos verdemar, he visto el mar de ese color, como el de sus ojos, y concuerdan perfectamente con ellos muchas de sus combinaciones:
Ojos que miro y dejan ser penetrados porque son amplios como la panorámica del mar desde un faro salvador en un día brillante, tratando de reconocer cada pequeña ola en la siguiente como si ellas fueran las que trasladan los pensamientos y los arrastran a la orilla y los expulsan suavemente.
Y allí estoy yo para recogerlos, al final de su mirada.
A veces se entrecierran y hay que escudriñarlos, ir por recovecos rocosos, punzantes y dolorosos, y el agua se introduce entre ellos, como buscando en sus ranuras las penas, y vuelve a salir de ellas arrastrándolas hacia una pequeña playa que la marea la hace rebosar y resbala una lágrima por la curvada duna de su mejilla.
Y allí estoy yo para recogerla y dulcificarla.
A veces casi se cierran dejando ver por una delgada línea un mar abierto y bravío bajo un cielo gris premonitorio de tormenta, como preparándose para desatar su ira y maquinando la forma de realizarlo, pero no muestra el futuro inmediato.
De repente sobreviene el ruido y surgen las palabras, se abren los ojos y esa ventana del alma permite escapar la electricidad acumulada que se dirige a mí, y gustosamente la recibo y asumo para ayudarla a descargar.
Y tras la tormenta una calma gris, triste, esperando un rayo de luz que se abra paso de nuevo entre las nubes.

Ojos de mar verdemar
Brillo de mar que el día ilumina
Que seduce
Que hechiza
Mar que lágrimas derrama
Sal de sabor dulce
Mar que me electriza
Al coincidir nuestras miradas
Ejemplo: el aire.
Invisible, pero notamos su presencia y precisamos de el.
Forma parte fundamental de la vida y a la vez la acompaña, nos rodea.
En movimiento lo captamos con facilidad, con amplio abanico de matices desde la suave brisa al más violento vendaval.
Pero quieto o no, siempre transmite algo:
fragancias que advierten de la cercanía de lavanda, tomillo o romero, que anuncia tormenta
o nos traiciona al advertir de nuestra presencia,
o es usado como soporte para transportar sonidos,
sonidos que se producen al mover las hojas de los árboles,
al soplar sobre los filos de montes y rocas,
o los que anuncian vida al formar parte de un suspiro...
Lo tengo fácil: su aire.
Porque es suyo el aire que respira y convierte con delicioso arte en palabras que parecen suaves susurros.
En suspiros que desatan sorprendentes reacciones químicas en mi interior.
En suave brisa cuando su aliento roza una sola molécula de mi piel.
O en vendaval de emociones si son más de una.
En cautivadora música sus risas...
Y es suyo el aire que la rodea porque es distinto al resto.
Porque lo ha modificado de forma que se nota su proximidad, y su presencia condiciona el ambiente del lugar en que se encuentre.
Porque su solo movimiento transmite su alegría, sus penas, sus preocupaciones.
No se ve su interior, pero lo transmite al fondo de mi ser para que luego atravesando cada una de mis partículas lo expulse por todos y cada uno de los poros de mi cuerpo.

Aire que te rodea
Aire que respiras
Viento que se enreda
En tu ropa, en tu pelo
En tus brazos, en tu cuerpo
Aire transformado
En susurro, en suspiro
El aliento de palabras
Pronunciadas
En mi oído
Ejemplo: Superficie de la tierra.
Podemos desplazarnos sobre ella con placer y viajar lejos.
Disfrutar de su visión y contacto.
Curvas perfectas en las móviles dunas que nos incitan a clavar en ellas nuestras manos.
Verdes praderas que nos invitan a sentir su contacto directo
Suaves laderas que forman hermosos valles que deben ser recorridos.
Cráteres naturales que incitan su exploración.
Pequeñas cuevas, unas húmedas y profundas, otras cortas y secas...
De nuevo lo tengo: el cuerpo, la piel.
Recostarme en una ladera, aplicar el oído, escuchar tu corazón, notar sus latidos en mi mejilla.
Viajar por montes y laderas, promontorios y valles hasta conservar en mi memoria la orografía de tu cuerpo.
Reconocerlo al tacto, con las manos, con cada uno de mis dedos, con la boca, registrando cada cráter, cada cueva y calmando mi sed en los ríos que recorren tus valles.
Cuerpo vivo
Terreno vivo
Con dunas vivas
Curvas suaves
Y suaves picos por escalar
Con mis manos
Con mis dedos
Saborear cráteres
Y el suave césped
Acariciar
Y sin pudor
Calmar mi sed
En los ríos
De tu sudor
Ejemplo: los árboles
Algunos acarician el cielo, otros acarician al paseante que cae en la tentación de tocar sus ramas, sus hojas, y robar la savia que los recorre, o saborear sus frutos.
Arrancar una flor de vida efímera y disfrutar de sus últimos latidos.
Trepar por las ramas y sentirse seguro rodeado por todo él.
Sentirse abrazado y protegido.
O por el contrario abrazar un pequeño arbusto de ramas recogidas y protegerlo de las inclemencias que lo perturban.
Recorrer la fibrosa rama desde el tronco al otro extremo enredando sus ramas secundarias entre mis dedos...
Solo puede ser una cosa: tus brazos, tus manos.
Un árbol me recibe agitando sus ramas y me sumerjo entre tus brazos.
Otros encogen las ramas y siento que debo abrazarte, que me pides protección.
A veces un mágico viento enreda una rama en mi brazo o roza mi rostro y noto la suavidad de tu piel.
Y cojo un puñado de ramitas y me las llevo a la boca y doy un sentido beso a tus dedos.

Árbol que me abrazas
Trepo por tus ramas
Y saboreo tu savia
Desde la curva de tu hombro
A las yemas de tus dedos
Ramas como brazos
Que me abrazan
O rechazan
Y en su extremo tus manos
Que me acarician la cara
Ahora que estás lejos y trato de observarte veo que he creado en ti todo un universo.
Y te veo en el mar, al contemplar un valle, al escuchar el viento, al agitarse un árbol.
Y siento la necesidad de abrazar ese mundo o introducirme en él y notar todos los latidos internos, provocar terremotos y erupciones de placer.
Me pregunto si la poesía es todo rima o si la rima es parte fundamental, o si no es necesario rima alguna, pues ¿no es todo esto poesía?
Si miro al mar y veo tus ojos, si miro a tus ojos y veo el mar,
si el viento me trae tu aura y tu voz o bien hablas y siento una ráfaga de frescor,
si en las suaves laderas imagino tu cuerpo o si miro tu cuerpo y veo montes, valles, praderas, cráteres en erupción,
si se mueve un árbol y te veo con los brazos abiertos o si se agita un pequeño arbusto y quiero abrazarte,
¿no es esto poesía?
Tantas páginas, tantas frases, y faltan las dos o tres palabras que lo resumirían todo, palabras que se me antojó prohibirlas pero no son necesarias: se percibe el mensaje.
Un mensaje es lo que la he mandado con la conclusión que saco de todo esto: “Toda tú eres un poema” y me ha respondido: “¡Gracias!”
¿Tendrá bastante con eso?