Libros Tito Carlos

martes, 16 de junio de 2009

Emery de Villars-le-Duc, Caballero Templario


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Detuvieron a Emery cuando trataba de huir por las caballerizas del palacio templario; unos metros más y lo habría conseguido. Se había deshecho del manto y del hábito del Temple, se rasuró la barba y trataba de salvar la vida acuciado por su cobardía, pero no lo logró. La guardia del rey Felipe IV de Francia lo descubrió y acertaron en suponer que se trataba de un monje-soldado en huida.

Emery había sido caballero de la orden del Temple durante casi veinte años tras los ocho de rigor como hermano sirviente, pero ahora se encuentra en una celda real, atemorizado tras las torturas recibidas por parte de los caballeros del rey Guillermo de Marcillac y Hugo de Celles que le hicieron confesar que los actos imputados a la orden eran ciertos. Sus rodillas sangran tras recorrer la celda en posición de oración durante horas suplicando a Dios perdón por haber cedido ante el terror a la muerte.

Al oír gritos se empina para ver por el enrejado ventanuco de la celda como llevan en carretas a cincuenta y cuatro hermanos camino de la hoguera. Altivos van algunos soportando los insultos de la soldadesca, otros oran tranquilos con la cabeza agachada, y todos sabiendo que en breve se encontrarían con el Señor. Emery comprende que ninguno de ellos ha confesado pese a las torturas y comienzan a correr torrentes de lágrimas por sus mejillas. No quiere volver a negar a Dios, pero no quiere morir de forma tan dolorosa.

En ese momento entran dos soldados que le elevan y le arrastran fuera de la celda y tras varios pasillos le dejan caer ante un altar, y junto a él dos comisarios le explican en qué va a consistir el interrogatorio en presencia de varios notarios. Emery apenas escucha, saben que le preguntarán sobre la gran mentira que ha confesado y buscarán en sus respuestas la forma de culpar a otros hermanos; se encuentra débil tras tres días de ayuno y comienza a marearse. Alza la vista a los comisarios mientras llora y después se golpea fuertemente el pecho con los puños, mira el altar y alza los brazos gritando que todos los cargos imputados a la orden son falsos y que se abra la tierra y caiga al infierno si lo que dice es falso. Que él no tiene la paciencia ni la dignidad de sus hermanos, y a cambio de seguir vivo confesará cualquier error imputado a la orden y si hacía falta diría que él mató a Nuestro Señor, pero que no revelaran lo dicho a los hombres del rey, temiendo llegar a tener el mismo suplicio que sus hermanos templarios.

Los comisarios se conmovieron y sobreseyeron el caso, por el momento, ante el peligro de que otros testigos escucharan lo que Emery contaba bajo la presión de semejante terror.


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NOTA: Bajo el reinado de Felipe IV se suspendió la orden del Temple tras un proceso que se cerró el 3 de Abril de 1312. Apenas un mes antes llevan a declarar al caballero Emery de Villars-le-Duc y lo acaecido en la declaración queda escrito por los notarios, y yo aquí lo recreo. No se sabe cual fue el destino final de Emery.

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