Libros Tito Carlos

sábado, 24 de enero de 2009

Las Cármenes


Cuando Alex tenía 17 años, y a pesar de su edad, su experiencia con las mujeres fue tomando cuerpo. Las relaciones con ellas empezaban a dejar de limitarse a largos paseos en solitario por calles y parques o a escarceos sexuales en cines y lugares oscuros. Buscaba estabilidad emocional y social en compañía de la chica de turno y para ello buscó una experiencia paralela que le ayudara a entenderse a sí mismo y poder ver si dicha estabilidad era posible. Parecía que su relación con Mary Carmen era emocionalmente estable, pero no estaba seguro de ello, así que un fin de semana alegó problemas familiares para no estar con ella y el lunes, a la salida de clase, estudiar las reacciones de ambos tras su ausencia, si el o ella eran susceptibles de desviar sus emociones hacia otras personas y, en ese caso, si deseaban regresar al punto anterior.

Nada mas despertarse el sábado, el corazón de Alex comenzó a latir fuertemente al percatarse que comenzaba un día sin su amada y tuvo un pequeño conato de arrepentimiento, pero inmediatamente y con dolor, decidió continuar con el experimento, aunque debía encontrar alguna actividad que le separase de pensamientos que le tentaran a abandonarlo. Decidió salir de casa hacia los lugares habituales de encuentro con sus amigos, dando largos rodeos para reducir la probabilidad de encontrarse con Mary Carmen o sus amigas y compañeras de escuela. Pero nada más doblar la primera esquina se tropezó literalmente con Carmencilla. No era amiga de Mary Carmen y no coincidían en las aulas pese a ir a la misma escuela, pero ambas eran lideres de sendas tribus de chicas del barrio, y procuraban evitarse, ya que un único encuentro en uno de los pasillos de la escuela se saldó meses atrás con varios moratones en las piernas y una ligera y dolorosa pérdida de cabello. Su relación con Alex se limitó a coincidencias en preparativos de festivales de fin de curso, y aunque se llevaban bien, no llamó nunca la atención de Alex mas allá del compañerismo en la tarea que realizaban.

Alex reaccionó rápido; demasiado rápido; y sin pensar en las consecuencias que podría traer, eligió a Carmencilla como ratón de laboratorio. La saludó efusivamente, la besó en las mejillas, charlaron sobre cosas de escuelas y decidió acompañarla a donde quiera que fuera. Fue con ella al mercado y la ayudó a llevar las bolsas de la compra hasta el portal de su casa. Alex estaba encantado, se encontraba bien con Carmencilla ya que lograban conversaciones fluidas sobre cada cosa que aconteciera, los semáforos, las tiendas, los precios, los bancos de la calle... Varias veces prorrumpieron en risas contagiosas y se dieron cariñosas palmadas en el hombro. Por eso Alex le pidió verse por la tarde. Carmencilla sonrió claramente emocionada y le pidió que subiera a casa con ella, ya que aún no sabía si podría salir esa tarde. Así lo hizo y cayó en una pequeña encerrona sin intención alguna por parte de Carmencilla. Obviamente era una familia adinerada; la casa tenía dos puertas y entraron por la de servicio que daba directamente a la cocina. Tenían una empleada de hogar bajita, regordeta y con una simpática expresión en su cara que creció en simpatía cuando Carmencilla lo presentó como un amigo del barrio. Le pidió que dejara las bolsas sobre una mesa y preguntó por su madre. Estaba en el salón con su padre ‘ordenando papeles’ según la mujer de la cocina. “Voy un momento a hablar con ella, y no te preocupes; jamás entra en la cocina”.

Bueno, pues la madre de Carmencilla franqueó la puerta de la cocina y se quedó parada ante Alex. Carmencilla, notablemente sonrojada, presentó a Alex, visiblemente apurado y sin perder de vista la mirada de la madre intuyó la risita escondida de la cocinera. Carmencilla le preguntó si podría salir por la tarde, que Alex vendría a buscarla, y la respuesta se redujo a un ‘lo que diga tu padre’; por lo que Carmencilla desapareció de la escena. La madre se interesó por detalles como ‘de que os conocéis’-“sobre todo, del barrio”-, ‘donde vives’ –“frente a la escuela”-, ‘cual es tu escuela’ –“la misma que Carmencilla, pero la de los chicos”-... y apareció Carmencilla mas apurada aún que antes y con un ligero gesto de fastidio. “Alex, ven”. No tenía fuerza ni argumentos para negarse, pero sentía que iba demasiado lejos, no sabía hacia donde y obedecía con aparente placer a los movimientos que se le mandaran, como a un pelele de feria o muñequito de guiñol. Se encontró ante un hombre cejijunto, ceño fruncido y gran bigote que caía bruscamente a los lados de la boca, de pie, con las manos en la espalda, piernas ligeramente separadas, y ningún movimiento de cuerpo; todo ello le hacía parecer un militar de esos que permanentemente están de mal genio. El hombre observa a Alex en silencio durante unos segundos mientras la madre aparecía con un vaso de agua y se sentaba en un sillón cerca de donde estaba clavado su marido. “A donde piensas llevar a mi hija”, -“al cine, a la sesión de las cuatro y media.”-, “porqué tan pronto”, -“para tener tiempo de tomarnos unas hamburguesas y pasear antes de volver a casa”; el hombre mira a su esposa, ésta asiente ligeramente con la cabeza, “a las diez la dejas en casa”; Alex mira a Carmencilla, que continúa sonrojada y con sonrisa de inmensa felicidad.

A estas alturas Alex está desconcertado. Quiere seguir adelante aunque piensa que sus sentimientos hacia Carmencilla no son para tanto, pero cree que cualquier marcha atrás, en ese momento o mas adelante, va a ser doloroso para ambos. No sabe si la felicidad patente de Carmencilla es por él o por haber quitado el chico a su peor enemiga, pues creía que su relación con Mary Carmen era conocida por ella a la perfección. ¿Consideraba Carmencilla un cambio de relaciones a su favor?.

Cuando fue a buscar a Carmencilla, ésta, su madre y la cocinera estaban revolucionadas. Alex esperaba en el hall de la entrada y escuchaba los cuchicheos de Carmencilla con su madre y veía el ir y venir de la cocinera con su simpática sonrisa que le hacía señas de que faltaba poco para que apareciera la niña. Carmencilla apareció radiante; sencilla pero hermosamente vestida, peinada y acicalada. Alex quedó conmocionado y comenzó a alegrarse de encontrarse en esa situación. Cuando iban a salir de la casa, se percataron de que su padre estaba al final del pasillo y con la misma actitud que tenía por la mañana. “¡A las diez!”, gritó; y Alex asintió con la cabeza.
La tarde estuvo llena de gozo para ambos; se contaron muchas cosas, se divirtieron, pasearon, cenaron... y al final del día Alex hizo balance. La dejó en el portal, se despidieron con un beso en la mejilla y no quedaron para otra ocasión. A pesar de haber sido una tarde maravillosa no quiso dar ningún paso en falso del que se pudiera arrepentir, por lo que regresó a casa para meditar el resto del fin de semana.

En Mary Carmen hubo una entrega total desde el principio pero en los seis meses que estuvieron juntos no hubo ningún acercamiento a su familia; la desconocía totalmente. Sin embargo con Carmencilla sucedió al revés; conoció a la familia y fue aceptado, (mejor decir que obtuvo su aprobación) pero emocionalmente no sintió nada; ni ella ni él tuvieron intención de dar algún paso en esa dirección. Es decir, al menos de momento, con cada una de ellas veía una de las estabilidades que buscaba, y con el tiempo, previsiblemente, con cada una de ellas obtendría la otra estabilidad. Ya no salió de casa. Pensaba en cualquiera de ellas y las echaba de menos, pero debería elegir; no debería esperar, y al final del día tomó la decisión.
El lunes, al terminar las clases, fue como siempre a la salida de la escuela de las chicas para recoger a Mary Carmen y besarla ostensiblemente para dejar claro a Carmencilla cual era su elección. Mary Carmen salió llorando arropada por su tribu, que le miraban con inusitado odio, y no se acercó a Alex. Cuando desapareció de su vista, totalmente contrariado, giró la cabeza y vio a Carmencilla también arropada por su tribu y todas muy sonrientes, pero no vio en el rostro de Carmencilla ningún gesto de vencedora ni de satisfacción por consumar una venganza. Lentamente dejó de mirarla y se dirigió a su casa con patente tristeza.

Aquí podría acabar esta corta historia, con una lección bien aprendida por Alex, pero la sensación a que esta historia quiere referirse llegó dos años después.

Alex perdió a Mary Carmen y no quiso seguir con Carmencilla. Ni la una, ni la otra. No encontraba sentido a que el comienzo de una relación fuese como consecuencia del término de otra, y abandonó todo. Como primera sorpresa, en un par de semanas olvidó sus sentimientos por ambas y regresó al cotidiano contacto con sus amigos con alegrías renovadas. Pero dos años después, coincidió con Mary Carmen en la terraza de un bar y se saludaron efusivamente, recordaron viejos tiempos, se preguntaron por antiguos amigos comunes y entró en la conversación el tema Carmencilla. La intención de Alex era comentar lo mal que lo hizo y el error que cometió. Nada era recuperable, y no era esa su intención, pero quería que Mary Carmen lo supiera. No le dio tiempo; Mary Carmen le contó que al fin de semana siguiente a su ruptura, un atropello la segó las dos piernas y dejó de ir a la escuela. “Se lo tenía merecido”, dijo Mary Carmen con evidente odio.

Alex se levantó de la silla, alegó tener muchísima prisa y, horrorizado, se alejó definitivamente de Mary Carmen y de todo el barrio.


P.D.: La imagen es de Shin Oonuma, en la animación EF- A TALE OF MEMORIES


11 comentarios:

Anónimo dijo...

Toma experimento...si es que estos se hacen mejor con gaseosa...perturbador el final.
Un abrazo

Anónimo dijo...

¡Uff! Un final tremendo que no se ve venir a lo largo del relato que parece anecdótico e intrascendente.

Anónimo dijo...

Didac, Lola, Gracias; las críticas son siempre constructivas. Muchas de las cosas que escribo son echos reales, mias o de otras personas, por tanto, en efecto, son anecdóticas e intrascendentes hasta que sucede algo que nos impacta para bien o para mal. Lo que trato de reflejar es ese impacto. En vosotros, un poquito, lo he conseguido.

Anónimo dijo...

Al final ni lo uno ni lo otro, pero el odio, hay mucho odio, en las palabras de Maricarmen, o al menos eso he visto yo.

Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias por la visita y por el generoso comentario.

Te dejo un beso.

Anónimo dijo...

Hola. Gracias por pasarte por mi blog. Es un gran placer tenerte por ahi.
Yo tambien me hago asiduo al tuyo, te enlazo y te sigo.
Un saludete

Anónimo dijo...

He quedado maravillado después de leer tu relato, muy buenos los tiempos de la narrativa para sostener el interés y mantener al lector en vilo, y un final a toda orquesta.

Felicitaciones y te mando un beso enorme.

Anónimo dijo...

Stanley, gracias por tu comentario; viniendo de un creador de historias como tú, es un halago importante.

Anónimo dijo...

Buenas Tito Carlos!!!! Dos días llevas ya pasándote por mi blog. Muchísimas gracias, yo haré visitas siempre que pueda!!!! Saludos!!

Anónimo dijo...

Tito

Muchas gracias por tu visita y tu amable comentario.

Me alienta a escribir mas acerca de las historias que le suceden a uno..."en cualquier parte del mundo".

Abrazos transoceánicos, eres bienvenido cuando quieras.

Anónimo dijo...

¡Hola Tito Carlos!

¡Gracias por la visita y por el comentario! Veo muchos amigos.

Decirte que he disfrutado leyéndote, por lo que ahora mismo te agrego a mi lista de blogs favoritos.

Saludos.

MIGUEL

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