Libros Tito Carlos

viernes, 8 de mayo de 2009

Felices sueños

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La niña ya se había lavado escrupulosamente los dientes y puesto el pijama. Colocó ropa, libros y cuadernos que tendría que llevarse al día siguiente y guardó los juguetes que quedaban esparcidos sobre la cama; comprobó que todos sus lápices estaban en su vasito y que sobre el suelo no quedaba nada fuera de su sitio. Hecho todo esto se descalzó colocando cuidadosamente sus zapatillas a los pies de la cama y se coló bajo la sábana; sacó el embozo sobre la manta y se tapó hasta la barbilla.

- ¡Yaaa estoooy! – gritó lo más fuerte que pudo.

Enseguida escuchó pasos por el pasillo; pasos que se arrastraban con una cadencia desigual, como si se dieran pasos largos y cortos alternativamente. Se abrió la puerta y entró la abuela con paso bamboleante, algo agachada y despeinada, pero con su sonrisa a juego con los vivos colores de la ropa que vestía. Bajo esa hermosa sonrisa traía un gran libro abrazado sobre su pecho de forma que no se viera el título, aunque por sus viejos colores se intuía un hermoso cuento, de esos que solo las abuelas saben contar.

- ¿Hiciste los deberes?
– Si, abuela.
– ¿Te lavaste los dientes?
– Si, abuela.
- Como poco te mereces un beso.

Y se agachó, no sin esfuerzo, a darle un húmedo beso en la frente. Se acercó a la cama la silla del escritorio y se sentó en ella mientras colocaba sobre la punta de su nariz las gafas que llevaba colgadas al cuello. De forma parsimoniosa abrió el libro, mojó el dedo índice con su lengua y pasó varias páginas hasta llegar a la que buscaba.

- ¿Estás lista?

La niña afirmó con la cabeza y posó sus ojos sobre aquella mágica mujer que con su voz mecía sus sueños todas las noches que a su corta edad podía recordar; y comenzó a leer.

Los sobrinos del Pato Donald desaparecieron de la pared tras una suave bruma que acabó difuminando las librerías, la mesa y la ventana de la habitación. La puerta del armario se convirtió en la puerta de una vieja casa de la que salía un hilo de humo por la pequeña chimenea. La abuela estaba ahora sentada sobre una roca en medio de un tenebroso bosque cuyos árboles apenas se adivinaban tras la niebla, y junto a ella un riachuelo confundía el ruido de sus cascaditas con el de los pájaros y grillos.

La abuela leía sujetando el libro con una mano mientras con la otra hacía movimientos como dirigiendo una orquesta, pero que en realidad dirigía toda la acción que surgía a su alrededor. Las facciones de su cara, la expresión de sus ojos y hasta la posición de sus cejas cambiaban con cada tipo de escena; silencio, turbación, asombro, terror, paz… A sus órdenes aparecían cervatillos en desesperada huida, búhos a la caza de gazapos asustados o caballeros armados sobre enormes caballos que se enzarzaban en golpes de espada produciendo cegadoras chispas a cada andanada, brujas que conjuraban a gritos y devolvían el silencio al bosque. Se raptaron y liberaron princesas de las garras de monstruos creados por tétricos magos mientras los elfos saltaban de rama en rama trasladando noticias a lejanos reinos.

Fieros lobos se agrupaban planeando el próximo asalto cuando aparecieron las buenas gentes del pueblo armadas hasta los dientes para defender sus rebaños con ayuda del mago bueno. Los dragones sobrevolaban el castillo del rey lanzando llamaradas a las almenas desde las que les asaeteaban, y de pronto llega una luz suave y tenue que acompañaba a una nube de hadas que vinieron en auxilio de su rey, y la más hermosa de ellas se acercó en leve vuelo, la besó en la mejilla y suavemente la cerró los ojos, sumiéndola en un placentero sueño.

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7 comentarios:

RR dijo...

Tito, yo nunca tuve una abuela de estas que te dejan huella en el corazón durante toda la vida...

Presumo por tu relato de hoy, como siempre hac iendo que me pierda entre la abuela y la niña, casi siento y oigo los pasos de la abuela acercándose a la niña, e intuyo los diferentes tonos de voz que va poniendo al relatar los diferentes personajes...y de eso, el artista eres tú....me permites volar con tus cuentos...

Lo que te quería decir es que presumo que puedes ser ABUELO, HERMOSA PALABRA....

Y si lo eres seguro que interpretas cuentos con los locos bajitos como la abuelita de tu hermoso relato...

Un beso cargado de nostalgia de abuelos

TitoCarlos dijo...

ROSA ROJA, lo hice con mis hijos y lo disfrutaba. Espero y quiero llegar a hacerlo con mis nietos.

Un abrazo,

Nuria Gonzalez dijo...

Los cuentos de las abuelas nunca se olvidan.
No hay nada mas hermoso que toda la experiencia de los abuelos pueda transmitirse a los nietos.
Yo estoy practicando ahora.
Un cuento precioso
Besos

lys dijo...

Yo tuve un abuelo cuenta cuentos, lo disfruté poco. Era maravilloso.

Un saludo.

Es una historia muy bien contada, gracias.

Alicia dijo...

Mi hija dice que no pudo disfrutar de esa relación tierna de abuelos, los perdió siendo pequeña todavía, pero recuerda con gran cariño una poesía que escribió con ayuda de una de las abuelas con la que ganó un concurso en el colegio. Es una historia preciosa

"La LoCa De LoS GaToS" dijo...

me ha gustado tu blog! un saludo!

Peter Camenzid dijo...

Los cuentos los leía yo a mi hijo. No podía leer uno nuevo hasta que habia memorizado por completo el anterior. Cuando trataba de cambiar alguna linea inmediatamente me decia "asi no es...!". Cuando empecé a leerle el Gato con Botas, y el gato detiene el cortejo del rey y habla de su amo el Marques que habia sido asaltado y golpeado, recuerdo sus ojos molestos de niño de cuatro años, "ese cuento no me gusta!" le pregunté porqué, "el gato miente!" fue su respuesta y con ella el Gato con Botas se fué a la basura para siempre.

Con su abuelo tiene un relación diferente, lo adora, lo cuida a la distancia, lo engrie. Ahora que no puede leer, le envia cassettes semanales donde él le lee los libros que el abuelo escoje. Es el nieto el que lee libros al abuelo.

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